lunes, 1 de febrero de 2010

GRUÑIDOS Y BALAZOS EN LA RÁPITA

El cazador seca el cuchillo ensangrentado después de degollar al animal.


El pasado domingo 31 de enero me encontraba ascendiendo al maravilloso pico de La Rápita, techo de la Sierra Espadán, cuando la tranquilidad del alcornocal se vió de súbito enturbiada por el estruendo repentino de numerosos balazos, ladridos enfurecidos y gruñidos desesperados de lo que parecía ser un jabalí acercándose hacia nuestra posición. En ese momento, en la ladera de enfrente, un cazador con un peto naranja intentaba comunicarse con nosotros con una serie de aspavientos ininteligibles. La confusión y el miedo se apoderaba de nosotros: ¿nos está queriendo decir que salgamos "por patas"? ¿corríamos peligro de ser alcanzados por una bala? ¿bajaría el jabalí herido y furioso por la senda? ¿nos atacaría en ese caso? Nos refugiamos como pudimos hasta que cesó el tiroteo, los ladridos de los perros y los gruñidos.
Al poco tiempo un joven cazador apareció tirando de una soga el cuerpo inerte y mordisqueado del jabalí que acababa de ser degollado, tiroteado y atacado por una jauría de perros (por ese orden). En ese momento, una persona como yo, que jamás ha tenido nada en contra de los cazadores, se preguntaba si no sería poco lógico liarse a tiros en medio de un lugar público, donde la gente pasea apaciblemente con sus amigos, sus hijos, sus perros... un lugar como puede ser la calle Colón o la Alameda, ¿me equivoco?. ¿¿Y si en lugar de a un jabalí los perros "enganchan" a un incauto excursionista??? ¿¿Y si los cazadores confunden un negro jabalí con un senderista haciendo sus necesidades tras una mata de brezo??? ¿¿Y si el puerco, asustado, nos embiste con sus enormes caninos?? No niego el derecho a ejercer una actividad tradicional, pero creo firmemente en el derecho a realizar una ascensión en un parque natural sin tener por ello que atravesar un tiroteo, nada más.

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